En Arrebato, Aura Vega (Vélez-Málaga, 1998) realiza un ejercicio de transcripción performativa de la película homónima de Iván Zulueta. Con un proyector digital, una venda en los ojos, papel y lápices de distinta dureza, Aura se suspende en un trance alquímico en el que sus manos, como respondiendo a un impulso vampírico, traducen la figuración verbal de la película en abstracción, en gesto, en cosa -la desfiguran-, dejando tras de sí las ruinas de lo que un día, en otro mundo -el de los vivos-, fue lenguaje ordinario.