High Voltage

Fotografías y concepto: Mara Catalán
Ilustración: Ott Piibeman
Texto:
Mara Catalán y Annuska Angulo
Diseño:
Lucía Peluffo

40.00

No vemos las cosas como son, las vemos como somos – Anaïs Nin

¿No es todo un juego? Los dioses juegan, y los antiguos griegos lo sabían: somos sus marionetas, y se divierten jugando con nosotros, barajándonos de un lugar a otro, enfrentándonos unos a otros, enamorándonos, impidiéndonos llegar a casa. Todo el mundo juega: los seres humanos, los perros, los gatos, los caballos, los delfines, los pájaros. Todos parecen jugar a un juego que no comprendemos del todo, pero que podemos intuir. Si observamos de cerca, durante el tiempo suficiente, incluso las nubes, las masas de agua, las montañas, las lunas, los planetas y las estrellas juegan entre sí en una coreografía de ritmos y equilibrios, de movimiento y quietud, de explosiones y quietud. Tu turno, mi turno.

(Hay que cambiar constantemente de juego para no aburrirse. Por otro lado, hay juegos a los que quieres jugar una y otra vez, y entonces te conviertes en un maestro. El lenguaje, el conocimiento, el ritmo, el ritual, el deporte, el sexo, la amistad, el arte: como el arte, los juegos son un fin en sí mismos -incluso si juegas con dinero, o si tiendes a jugar con fuego-).

Y luego están los juegos en solitario. Infinitas posibilidades, enredos: los juegos nos permiten descubrir quiénes somos y quiénes nos gustaría ser. (¿Recuerdas cómo jugábamos al gin-pong cuando nos conocimos? Así aprendimos las estrategias del otro, nuestras formas de estar en el mundo. Jugando creamos nuestro propio mundo, al abrigo de cualquier peligro en el flujo de nuestro juego, solos tú y yo, y nuestros amigos).

Hay una delgada línea entre la actuación y la vida real, el espectador y el intérprete; todos estamos en la vida actuando de una forma u otra, y todos necesitamos la energía de los demás para seguir vivos, para coexistir. – Mara Catalán

High Voltage es un juego que conecta dos mundos, creando uno nuevo; dos realidades en las que el espectador también se convierte en intérprete, en las que el observador se convierte en jugador. Barajando las cartas, encontrando la manera de emparejar mundos exteriores e interiores, creamos un juego en el que no importa qué es actuación o qué es realidad. El objetivo es emparejar estos mundos para redefinir uno nuevo utilizando nuestra imaginación para compartir nuestras propias historias o las inspiradas por el imaginario de las cartas. A medida que jugamos a ejercitar y guardar estas imágenes lúdicas y eróticas en nuestra memoria, se cruzan los límites para redefinir la realidad y nuestros deseos, tanto rotos como enredados. Lo que realmente cuenta es el juicio del espectador. Nos sentimos a la vez liberados y oprimidos, encantados y electrizados por nuestra imaginación.

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