A principios de la década de 1990, Collier Schorr comenzó a trabajar intermitentemente en el sur de Alemania, creando un retrato documental y ficticio de una pequeña ciudad habitada por apariciones históricas. Combinando los roles superpuestos de fotógrafa de guerra, retratista viajera, antropóloga e historiadora familiar, Schorr narra las historias entrelazadas de un lugar y un momento determinados por la memoria, el nacionalismo, la guerra, la emigración y la familia.