«Durante más de 35 años, mi abuelo llevó una lista mecanografiada en su monedero con nombres de vecinos fusilados en la Guerra Civil. A menudo la leía, describiéndome con asombrosa claridad quiénes eran. Desde pequeña, me hizo partícipe de sus historias y, guiada por la curiosidad y el deseo de comprender su anhelo, visité lugares que guardaban la memoria del conflicto y de los desaparecidos. En el último viaje a su pueblo, después de muchos años, nos reencontramos con los nombres de la lista.»